Lake Powell | La maravilla naranja
- almadeviajeros
- 15 feb 2019
- 3 Min. de lectura

El Río Colorado, que fluye por los estados de Colorado, Utah, Arizona, Nevada y California, es protagonista del Gran Cañón y forma la columna vertebral de uno de los parques nacionales más impresionantes de los Estados Unidos: Glen Canyon.
Glen Canyon fue nuestra segunda parada del recorrido que iniciamos en Las Vegas, donde la magia de la ingeniería logró dotar a esta parte de Utah de un gran lago artificial de unos 300 kilómetros de longitud conocido como Lake Powell. Allí, a unos pocos kilómetros del pequeño pueblo de Page, se abría inmenso “Wahweap”, el campamento de caravanas, donde hicimos lo que ya estábamos un poco más acostumbrados a hacer: aparcar, conectar, comprar algunas provisiones y hacer de ese lugar nuestro lugar. Hasta los espacios reservados para las caravanas eran más amplios y permitían tener algo así como “tu propio terreno” sin tener que estar pegado a ningún vecino.

Luego de un descanso merecido, juegos con los niños y algo de organización, nos pusimos en movimiento para disfrutar de la tarde. Nuestro campamento estaba a pocos cientos de metros de la orilla del Lago Powell con su azul tan profundo que automáticamente me transportó a algunos parajes mediterráneos o adriáticos, mientras que su playa, extensa y tranquila, me invitó a parar, sentarme y perderme en la inmensidad del lugar. Y como en pocos lugares, experimenté, sobre todo en relación con mis hijos, sus corridas y sus juegos, una sensación de seguridad extrema. Parecía que nada podía interponerse entre mí y lo que la naturaleza me regalaba en ese instante. Tampoco entre ellos, sus juegos, sus chapaleos y sus castillos de arena.
La noche ofreció otro gran momento para atesorar. Un asado compartido con buenos amigos con el mejor telón de fondo. Disfrutamos de la preparación de la cena, de los más chicos que ayudaron juntando leña para luego perderse con sus linternas buscando bichos y animalitos, de una riquísima cena, de contar historias, y finalmente, de la magia e inmensidad de la noche, con sus estrellas brillantes y las luces blanquecinas de las otras caravanas que pintaban el paisaje asemejándose a pequeñas fogatas. Y más allá, nuevamente el lago, replanteándome lo pequeños que somos en este planeta. Fueron pocos minutos en los que me senté solo en la playa, escuché el ruido del oleaje y me rendí a la majestuosa pared rocosa que se levantaba al otro lado del lago, justo en frente mío. Inolvidable, pero sobrecogedor.
Con la mañana nacieron los nuevos colores del día, y el sol volvía a prender fuego las formaciones rojísimas que rodean el lago. Inspirados, seguimos el recorrido del Colorado hacia el sur, donde el río comienza a mostrar formas caprichosas al realizar curvas y contracurvas cavadas en la roca a lo largo de cientos de miles de años. Uno de estos recodos se llama ¨Horse Shoe Bend”, o la “curva de la herradura”, por tener una forma de… bueno, ya saben. Dejás el auto y caminás unos 20 bajo el sol, pero al llegar al sabés que si hubieras tenido que caminar media hora más lo habrías hecho. Sin duda, es uno de los lugares más bellos e impresionantes que he visitado en mi vida, donde tuve la misma sensación que cuando visité los fiordos noruegos: inmensidad, belleza, gratitud, pequeñez.

Disney está lejos de estos parajes. Sin embargo, pudimos experimentar la sensación de montaña rusa. Cerca del pueblo de Page existen unos laberintos que el viento fue pintando a través de formaciones rocosas, las cuales, con los juegos de luces y sombras me dieron la impresión de estar caminando por pasillos tapizados con lienzos en los que los artistas dieron sus mejores pinceladas de naranjas, ocres, marrones y rojos de las más variadas gamas. Pero volvamos a Disney… cómo se llega a estos lugares? En Hummer, sí, esas voluminosas camionetas todo terreno. Fue realmente interesante sacudirnos mientras Evan, nuestro chofer, guía y maestro de fotografía serpenteaba por las irregularidades del camino, algunas suaves y otras casi verticales. Los gritos de alegría, y algunos de pura adrenalina de chicos y grandes, fueron contenido de la experiencia misma. Y como después de la tormenta viene la calma, la caminata por esos laberintos rocosos fue otra de las películas de difícil superación.

Page y Lake Powell significaron para mi una parada de paz, comunión con la naturaleza y a la vez aventura extrema. Son el ejemplo de que no es necesario tener demasiada oferta de bienes y servicios para disfrutar de una aventura de calidad.
Sebastián
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